Dos chicos observan el mar en la playa de El Chorrillo, en Ceuta.

Todas las miradas vuelven a Ceuta

Ceuta se enfrenta a una nueva emergencia humanitaria debido al aumento de la llegada de menores migrantes no acompañados procedentes de Marruecos. La ciudad autónoma comenzó a recibir a principios de agosto un goteo constante de entradas de menores migrantes, que se ha ido intensificado hasta el punto de que el 15 de agosto el Ejecutivo local lanzó una llamada de auxilio a Gobierno y comunidades autónomas para que se articulen mecanismos que permitan trasladar a estos adolescentes a otros puntos de la Península.

El frente de Marruecos es Ceuta. Con casi 20 kilómetros cuadrados de extensión y 83.000 habitantes, la frontera sur de Europa ha registrado un incremento de un 175% de entradas por vía terrestre (que incluyen los que llegan a nado) con respecto al año pasado, y suman ya más de 1.600 personas en lo que va de año, según datos del Ministerio del Interior. En las primeras dos semanas de agosto llegaron 251 migrantes, un 15% del total de 2024 hasta la fecha.

Fundación SAMU puso en marcha en febrero la Operación Ceuta 2024 con el objetivo de reactivar infraestructuras de acogida y reforzar el dispositivo de atención a menores existentes en la ciudad autónoma. Este verano, especialmente en agosto, la actividad se ha intensificado ante el incremento de la llegada de menores extranjeros no acompañados.

«Ceuta, con su singular enclave geográfico entre África y Europa, se encuentra en el epicentro de un flujo migratorio constante que refleja las tensiones y esperanzas de quienes buscan una vida mejor al otro lado del Mediterráneo. La proximidad a Marruecos y las circunstancias socioculturales de la región han fomentado un mestizaje progresivo y un tránsito transfronterizo estable, que, sin embargo, enfrenta desafíos complejos debido a las presiones demográficas y socioeconómicas», comenta Carlos Álvarez Leiva, fundador de SAMU.

«Es evidente que las dinámicas demográficas juegan un papel crucial en la migración. Ningún poder puede detener los flujos migratorios cuando estos responden a desigualdades profundas y desequilibrios vitales. En Ceuta, llevamos años gestionando la llegada de menores no acompañados, que llegan en oleadas marcadas por las coyunturas de una frontera problemática y una proximidad geográfica».

Actualmente, Fundación SAMU tiene activos en Ceuta tres centros dirigidos a menores: dos de acogida inmediata y un centro de inserción sociolaboral. Se trata del centro Nueva Esperanza, el centro Aljarafe y el ISL Triana. En total, los tres recursos suman 156 plazas.

Estos centros garantizan una acogida digna y una atención integral en condiciones de seguridad. Se garantiza, de esta manera, una atención específica de los menores según el tiempo de permanencia en el país de acogida y el diseño de un itinerario de inclusión social que permita una transición a la vida independiente en condiciones de igualdad.

Todos los centros trabajan en coordinación y colaboración con otras instituciones y organizaciones, tanto gubernamentales como no gubernamentales, para asegurar una atención integral y efectiva.

Álvarez Leiva advierte que este verano la ciudad autónoma se ha enfrentado a una «avalancha de intensidad media, con la llegada de hasta 100 menores por semana», lo que ha sobrepasado la capacidad de acogida local que sostiene la estructura de la ciudad y un reducido grupo de instituciones, entre ellas Fundación SAMU.

«Gestionar un centro de menores es una tarea apasionante, y solo puede concebirse de esta manera si se entiende la trascendentalidad del resultado esperado. Se trata de transformar una materia prima en elementos cruciales que son altamente demandados en una sociedad envejecida y con crecientes niveles de dependencia en todos los servicios. Estamos ayudando a construir el futuro de nuestra sociedad a través de estos menores», continúa el fundador de SAMU. «Esta visión no es romántica, es una realidad pragmática. Mi objetivo es transmitir esta realidad a mi entorno, donde hemos atendido a más de 3.000 menores. Hemos pasado de un modelo que veía al menor como destructor a uno que lo considera menor trascendental, aquel que la sociedad, tanto en España como en Europa, necesita de manera urgente para garantizar nuestra sostenibilidad. Es una oportunidad mutua».

Álvarez Leiva hace hincapié en el valioso papel de los menores más veteranos de los centros a la hora de acoger, orientar y acompañar a los jóvenes recién llegados. «Cuando decimos que los menores forman parte de la organización, lo hacemos en términos sencillos. En SAMU, la estructura se expresa a través de líderes que ejecutan funciones específicas. Estos líderes, o jefes deben ser visibles y activos para ser efectivos. Identificamos talentos y los reforzamos, formando equipos básicos como los jefes de habitación, quienes controlan el orden, la limpieza y evitan actividades de riesgo. Luego están los jefes de día, que supervisan a los jefes de habitación. Estos roles son sencillos, rotativos y se identifican con un chaleco de color. También formamos equipos para funciones de mantenimiento, jardinería y carpintería, alineando y desarrollando las competencias individuales. Todo ello reforzado por nuestros profesionales previamente comprometidos en una tarea de todos: ejemplo, disciplina y trabajo. En SAMU, la organización, la disciplina y el trabajo son parte de nuestro ADN».

Para la acogida de los menores recién llegados, Fundación SAMU cuenta con «hermanos mayores», los antiguos acogidos que, tras haber pasado por sus propias dificultades, están especialmente capacitados para absorber la ansiedad de los nuevos y guiarlos en su adaptación a la nueva vida. Según Álvarez Leiva, «todo esto hace que el proceso sea más humano y cercano, pues no debemos olvidar que detrás de cada menor hay un trauma familiar, un desarraigo y una incertidumbre vital que a veces se traduce en conductas desadaptadas».