Frente al monstruo de la adicción
Dice Antonio Torne que, aunque a veces se olvida, el tratamiento de un heroinómano no es el de un enfermo al uso. “No basta con poner un antibiótico”, resume para explicar la complejidad de una recuperación que incluye reconstruir múltiples tejidos, casi todos sociales. Los drogodependientes son, en muchas ocasiones, personas que han roto con todo: familia, trabajo, amigos, y hasta consigo mismo. Llegan con la autoestima por los suelos. Así que a aquellos adictos a la heroína que se presentaban los centros de día en los 90, igual que a los que llegan hoy enganchados al juego, al alcohol o a cualquier otra cosa, no les basta con un medicamento. Toca empezar desde la base: “Hay que motivarlos para empezar y, luego, reconducirlos”.
Éste era el trabajo de los Centros de Día Municipales de Incorporación Sociolaboral de Sevilla cuando el Ayuntamiento los creó, en 1990, y sigue siéndolo hoy, más de treinta años después. Desde hace seis meses, Fundación SAMU ha asumido la gestión de los tres que hay en Sevilla, bajo la dirección del Consistorio. “Siempre procuramos que sea una entidad con prestigio, relevancia y solvencia”, explica Torne, jefe del Negociado de Reducción de Daños e Incorporación Social en Adicciones del Ayuntamiento de Sevilla.
Tres centros pioneros en Sevilla
Antonio Torne sabe bien de lo que habla. Participó como técnico en el diseño de los recursos, allá por finales de los 80, y ha trabajado en ellos desde la primera línea. Son centros que elaboran un diagnóstico del dependiente, determinan sus capacidades y fijan un itinerario personalizado con un objetivo: recuperarlo para la vida en sociedad.
Es una ayuda pública y gratuita que no presta ningún otro recurso y que el Ayuntamiento de Sevilla ofrece en tres puntos, con la gestión de SAMU: los centros de día de Macarena, Polígono Sur y Juan XXIII. Cada centro está integrado por un equipo técnico interdisciplinar, que incluye un psicólogo, un trabajador social, un educador social, un administrativo y un orientador laboral. En total, tienen capacidad para atender a 275 dependientes. Los centros están situados cerca de los puntos de consumo y venta, pero no en ellos. Hay que facilitar que los drogodependientes accedan al recurso, para evitar la tentación de recaer.
Aunque se trata de centros que ofrecen actividades comunes, el itinerario para cada usuario es único, y se va modificando en función de sus necesidades. “La recuperación puede tardar años y no conseguirse nunca plenamente, mientras que otras personas en siete u ocho meses tienen un nivel alto de integración y se les puede dar alta terapéutica”, comenta Torne.
Los cuatro pilares de la atención
El trabajo en estos centros se sostiene sobre cuatro pilares. El primero de ellos, abierto a cualquiera que lo necesite, es un servicio de acogida e información. Se trata de detectar problemas de adicción a drogas, juegos, nuevas tecnologías o a cualquier otra sustancia o conducta. “Cualquier persona puede plantearnos su problemática y la orientamos. Si necesita consulta inmediata de un profesional de medicina lo derivamos y luego seguimos trabajando otras problemáticas”. En lo que va de año, 227 personas han usado este recurso.
El pilar principal es el programa de rehabilitación e incorporación social. En él ingresan únicamente personas derivadas desde un centro de tratamiento ambulatorio concertado por la Junta de Andalucía, a quienes se le plantean un itinerario para su reincorporación a la vida social. La colaboración del usuario es esencial. Por eso, Torne explica: “No se hace nada en contra de la voluntad del usuario, pero eso no significa que hagamos lo que dice el usuario”. El tratamiento durará meses o años hasta que, de acuerdo con el centro ambulatorio, se llegue a la conclusión de que la persona está “recuperada” o que necesita una alternativa. Desde enero, 245 usuarios han hecho uso de este programa, que atendió a 291 personas y 259 en 2020.
El programa de atención precoz se centra en los primeros consumos. Sus usuarios suelen ser menores de 30 años, jóvenes e incluso adolescentes, más chicos que chicas. “Es un programa que está creciendo mucho: cada vez nos llaman más de centros educativos, centros de salud, asociaciones de padres y vecinos…”. Entre las nuevas adicciones de los jóvenes, ha crecido de forma exponencial el juego, ya sea en forma de apuestas online o de gaming, juegos que obligan a un desembolso para seguir compitiendo. 55 jóvenes han pasado por este programa en los seis meses de 2021; más que en todo 2019 (48) y 2020 (33).
Por último, existe un programa para el seguimiento de las altas, que actualmente da servicio a 16 usuarios. “Para una persona que ha sido dependiente, vivir en sociedad es complicado”, cuenta el experto. Con frecuencia, el estigma sigue acompañándole en el trabajo, con los amigos o incluso en la familia. Se carga entonces un peso extra sobre alguien que está tratando de reconducir su vida, y que puede ver en la recaída una forma para liberarse de esa carga. En estas situaciones, es clave la intervención rápida, especialmente si lo hace el terapeuta de referencia. “Es más fácil que llegue rápidamente a quien le conoce desde hace tiempo. Se trata de que no haya ni un solo momento de conflicto, y que pueda recaer”.
De la heroína al ‘gaming’
Todos estos programas están en evolución continua. “El trabajo del Ayuntamiento es pensar qué encontramos y cómo podemos responder”, argumenta Torne. De hecho, muchas cosas han cambiado desde 1990 hasta aquí. Aquellos eran los años de la heroína. “Cayó como una bomba”, recuerda hoy el especialista. Llegó tarde a España, pero arrasó con todo. Se consumía inyectada, y generaba problemas de enfermedades contagiosas, como sida y hepatitis B. Muchos consumidores se prostituían, y contraían sífilis y un puñado de enfermedades derivada del modo de consumo. “Tuvimos que aprender a solucionar esto casi con ensayo y error. No había literatura ni experiencia”.
Fue entonces cuando surgieron los tres centros del Ayuntamiento de Sevilla, que a mediados de los noventa empezaron a tratar otro tipo de drogodependiente: el consumidor de cocaína, la droga glamurosa, más cara, cuya vía de consumo ya no generaba los problemas asociados de la heroína. En cambio, las drogas de diseño del cambio de siglo se trataron preferentemente a nivel asistencial. Ahora, vuelve el dominio de la cocaína y la heroína, a veces combinado (el “rebujito”), y ha subido con fuerza la adicción al juego.
Y entre tanto, el alcohol, que siempre estuvo. “Siempre ha sido la droga más consumida y que más problemas de salud ha dado. Lo que pasa es que es legal”, comenta Torne, que advierte: “Una persona que llega a un síndrome de abstinencia de heroína o cocaína no se muere nunca de ese síndrome; el del alcohol o barbitúricos, sí”.
De fondo, subyace la tesis ya demostrada de que la dependencia no depende de la sustancia sino de la recompensa que genera en el cerebro. “Cualquier cosa que proporcione satisfacción puede generar una adicción. Lo adictivo es el perfil de la persona, y hay un porcentaje de la población que es proadictiva”, comenta Torne. “Ahora nos encontramos con jóvenes adictos al gaming y al gambling, que mezclan con cocaína y alcohol. Si estás bajo los efectos de alcohol tienen menos resistencia a repetir la conducta”.
Cerca de 9.000 usuarios: “Miles se han recuperado”
La clave es reconocer el problema, pero es difícil admitir que algo pasa con el alcohol si está presente y normalizado en todas las celebraciones. Reconocer la adicción al juego tiene el hándicap de que las apuestas online están tan asumidas que se anuncian insistentemente en cualquier retransmisión deportiva. “Los jóvenes hacen vida social apostando juntos”, alerta el técnico del Ayuntamiento de Sevilla. “Hay personas cuya única motivación es fumar hierba, y ahora está subiendo el nivel de THC, lo que lo hace más adictivo y perjudicial”, dice respecto al cannabis. Y tampoco es fácil tratar la adicción a las nuevas tecnologías en una sociedad que tiene un móvil pegado a la mano.
Además, Torne lamenta lo que sigue costando que las mujeres hagan uso de estos recursos. “Se entiende que tiene que el problema de las mujeres debe quedar relegado al ámbito doméstico. No nos permiten que podamos facilitarle recursos de capacitación laboral, formativos… Porque se entiende que mejor se quede en casa. Y da vergüenza reconocer un problema de adicción”. Son en torno al 20% de los usuarios totales. Muchas más, en todo caso, que el 5% en pleno boom de la heroína.
Con todo, Torne lanza un mensaje. Cerca de 9.000 personas han pasado por los tres centros de día del Ayuntamiento de Sevilla en los últimos 30 años. Todos buscan una salida y muchos la encuentran. Los centros les facilitan talleres diarios: deportes, autoestima, habilidades sociales, informática, resolución de conflictos, prevención de recaídas… También una inserción laboral, en colaboración con dos programas de la Junta de Andalucía: la Red de Artesanos, que facilita la formación laboral, y Arquímedes, un programa de inserción laboral que ofrece incentivos de hasta 8.000 euros por la contratación, con flexibilidad para el empresario. Solo se incorporan a estos programas quienes tienen el visto bueno del equipo terapéutico.
Por eso, el mensaje final de Torne es de esperanza. “Dicen que de la droga no se sale. Y yo siempre digo: “Eso lo dirá usted”. Lo que pasa es que la persona que se ha quitado no lleva un cartelito diciendo: “Yo me desenganché de la heroína”. Yo me lo encuentro trabajando en la feria, me guiña, o me cuenta que se ha casado o que tiene un niño. Eso la gente no lo sabe. Yo sí lo sé. Y sé que hay mucha gente que sí se recupera. Miles de personas se han recuperado, estaban tirados, y hoy están con nosotros”.