“Nada me llena más que un logro de mis chicos”
Francisco Javier Olier Pérez (Sevilla, 1969) dirige desde octubre de 2018 el centro de Inserción Sociolaboral (ISL) El Castillejo, en el pueblo gaditano de El Bosque, recurso que Fundación SAMU puso en marcha aquel verano debido a la afluencia de menores migrantes que llegaron a las costas andaluzas.
—¿Cuál es su labor como director del ISL El Castillejo?
—Mi labor es dirigir, gestionar y, junto con mi gran equipo de trabajo, allanar el camino a nuestros chicos para que sientan que no están perdidos y que, con mucho esfuerzo, es posible encontrar ese futuro que vienen buscando a Europa.
—¿Conocía SAMU antes de comenzar a trabajar en esta organización?
—Conozco SAMU desde 1999 a través de nuestro presidente, Carlos Álvarez Leiva. Estuvimos juntos destinados en el EMAT SUR (Escalones Médicos Avanzados de Tierra). Hemos vivido momentos inolvidables juntos en distintas misiones internacionales.
—¿Cómo fueros los inicios?
—Los tres primeros meses fueron agotadores pero a la vez muy gratificantes. A medida que pasaban los días se iban viendo los avances. Por aquel entonces era un centro de Acogida Inmediata con 60 plazas. Los chicos llegan a un país nuevo, con una cultura totalmente diferente a la suya, engañados, porque vienen con un planteamiento de futuro totalmente incierto (trabajo, coche y casa), y se encuentran con que han llegado a un centro de menores sin las perspectivas de futuro que ellos idealizaban. Sin embargo, con gran esfuerzo por parte del equipo y con el apoyo y la confianza depositada en mí por parte de Nicolás Torres (director del área de menores de SAMU) y Juan Rodrigo Gil (jefe del departamento de centros), conseguimos llevar este barco donde está hoy.
—¿Cuál es el perfil de los menores que atienden en este recurso?
—Tenemos 24 chicos de entre 16 y 17 años de distintas nacionalidades: gambianos, marroquíes, malienses, marfileños y guineanos. Casi todos llegan con un proyecto migratorio durísimo. Algunos han sido encarcelados y torturados, sobre todo los subsaharianos que pasaron por Libia. Son niños que cargan con unas historias personales muy duras. A veces, cuando les entrevistas y ves sus caras y el trabajo que les cuesta contar sus vivencias, tienes que hacer una pausa e ir al baño a secarte las lágrimas.
—¿Recuerda el primer chico que llegó al centro?
—Baderddine, de origen marroquí, fue el primer menor que pisó El Castillejo en julio del 2018. Cuando yo empecé a dirigir el centro, unos tres meses después, Bader andaba un poco perdido, se metía en líos continuamente, pero, poco a poco, fuimos trabajando con él. Necesitaba que le guiasen, que confiaran en él, y hoy día es un chico ejemplar y el que más destaca.
—¿Qué otros menores le han dejado huella?
—Youseff es otro de ellos. Es el más revoltoso y el más pequeño del grupo. Nos da algún que otro dolor de cabeza, ya que es muy bromista y hay chicos que no tienen ese sentido del humor. Cariño se les coge a todos, cada uno te aporta algo, cada uno es un nuevo reto y eso me apasiona. Quizás, la historia más dura es la de Abdulkader, natural de Gambia. En su proyecto migratorio pasó por Libia, donde intentaron venderlo como esclavo, fue encarcelado durante seis meses, golpeado y realizó trabajos forzados con tan solo 15 años de edad. Su historia quita el sueño.
—¿Cuál es la labor principal del equipo de profesionales de El Castillejo?
—Intentamos ayudar a nuestros menores para que consigan una adecuada inserción social y laboral en nuestro país. Para ello, participan en talleres dirigidos al conocimiento de nuestra cultura, nuestra lengua y costumbres, y clases de orientación laboral. También hacen prácticas en empresas, y disfrutan de paseos y salidas para intercambiar experiencias con personas de la localidad, entre otras cosas. Otro aspecto relevante y que valoramos enormemente en nuestro centro es el de atender las necesidades personales y emocionales de nuestros menores. Para ello, impartimos talleres emocionales a través de los cuales trabajamos el autocontrol, la autoestima, el autoconocimiento y el respeto a uno mismo. Además, atendemos las necesidades individuales y los cambios emocionales que van surgiendo en el día a día de nuestros chicos, a través de diálogos. No podemos olvidar la autonomía, área que trabajamos a través de pequeñas responsabilidades que vamos depositando en ellos y que van aumentando a medida que se hacen más autónomos.
—¿Cómo reaccionan los menores ante esta atención y dedicación?
—Nuestros menores son conscientes de que todo nuestro trabajo va enfocado a procurarles bienestar e intentar atender sus demandas de futuro. Por ello, la actitud, en general, es de gratitud, colaboradora y partícipe, aunque en algunas ocasiones no entienden el alcance de algunas medidas adoptadas por el centro y se muestran reticentes o en desacuerdo.
—¿Cómo es la convivencia con los vecinos de El Bosque?
—Es cierto que al principio la población era reacia a la integración de los menores pero hoy en día los comentarios que recibimos son de aceptación y afecto hacia nuestros chicos, algo que se han ganado nuestros jóvenes gracias a su buen comportamiento y a los intercambios culturales que se han llevado a cabo.
—¿Qué aspectos cree que se deben mejorar en la atención a los menas?
—La burocracia y las relaciones con los distintos consulados. Los trámites documentales desesperan a menores y profesionales.
—Recientemente, han recibido la visita del ministro Fernando Grande-Marlaska. ¿Cómo lo vivieron?
—Aquel fue un día muy significativo para todos, tanto para los profesionales como para los chicos. Para los profesionales significó un gran orgullo puesto que esta visita le ha dado visibilidad al trabajo que realizamos en el centro. Por otro lado, los menores sintieron una gran alegría, ya que recibieron esta visita como una muestra de apoyo. Les motivó mucho que el ministro se dirigiera directamente a ellos y pudieran intercambiar algunas palabras con él.
—¿Qué supone para usted trabajar con menores?
—Jamás pensé que trabajar con menores me fuera a aportar tanto. Es un reto diario, cada día hay una cosa nueva. Yo les aporto seguridad, estabilidad y confianza, siempre tengo abierto mi despacho para sus dudas o inquietudes. Y ellos me aportan a mi felicidad. No hay nada que me llene más que un logro de un menor de mi centro o de mis hijos. Y algo muy importante, este trabajo me ha ayudado a aprender a ser paciente.