Un verano diferente lejos de su hogar
Desde el centro y el sur del país, desde Madrid y Granada, los responsables de los centros de atención a menas de SAMU relatan cómo han vivido el verano los chicos, lejos de las rutinas escolares, pero sin perder de vista sus objetivos de integración, socialización y crecimiento personal.
SAMU Coslada
Cuando miramos el principio, aun sin ser tan lejano en el tiempo, sí que es significativo el cambio conseguido en nuestros chicos de SAMU Coslada (Madrid), tanto a nivel educativo como madurativo. Por esta razón queremos felicitarles, demostrarles que todo esfuerzo tiene su recompensa y que el arduo trabajo no tiene que estar reñido con una época estival de ocio y de descanso, que sirva tanto para recargar energías y volver con decisión a las antiguas rutinas, como para disfrutar de unas condiciones de vida a las que esperemos puedan aspirar cuando salgan de nuestro centro.
Agosto fue el mes elegido para diseñar otro tipo de actividades que, sin ser tan educativas, sí que pretendían seguir fomentando esa vinculación por medio de un ocio común y participativo, a la vez que amenizaban las temperaturas del verano.
El primer fin de semana arrancó con una visita al que, sin ser un lugar que podría venir a la mente como emblema de la capital, sí que lleva varias décadas unido a la ciudad y representa una oferta de ocio que gusta tanto a jóvenes como a mayores: el parque de atracciones de Madrid.
Esta salida nos sirvió como excusa para unir a nuestro centro con el de Rivas (SAMU se expande, y nosotros tendemos lazos para que sus apéndices crezcan unidos) y disfrutar de un veraniego día en el que nuestros chicos pudieran mezclarse con los de este centro y compartir vivencia. Fue un caluroso y desenfadado día en el que las atracciones de agua hicieron las delicias de los chicos a la vez que templaban las altas temperaturas. Según pasaban las horas y la confianza se entremezclaba con la adrenalina, los chicos iban prefiriendo atracciones más exigentes y las montañas rusas, toboganes extremos y demás aparatos que circulan endiabladamente por carriles que parecen no tener fin fueron cobrando protagonismo.
Al final tomamos la decisión de montarnos todos juntos y finalizamos el día subiendo sólo en aquellos lugares donde las plazas sobrepasaban nuestro grupo, animando a los más miedosos a que se unieran a la fiesta. Acabamos cerrando el parque ya completamente de noche, y esperando volver a tener otra oportunidad para vivir esta experiencia.
El fin de semana siguiente, llegaba una celebración central, dentro del culto islámico: la fiesta del cordero. Nuestra condición de centro de menores no nos permitió sacrificar un cordero, como es obvio, pero sí comprarlo y elaborarlo con el rito halal y poder cocinarlo sobre las brasas de nuestra barbacoa.
Los chicos estuvieron encantados tanto de preparar las brasas como de elaborar los guisos y especiar todos los alimentos, y pusieron mucho mimo en mostrarnos la manera tradicional con la que preparaban el hígado y demás viandas típicas de la fiesta. Por supuesto, comimos en el patio todos juntos, hubo cánticos y música, y no faltaron las videollamadas con los parientes. Esta festividad podía haber sido algo dolorosa al no poder contar con ellos y ser la primera vez que la festejaban tan lejos de sus allegados, pero el ambiente consiguió suplir en parte esas ausencias.
Finalmente, llegaba otro fin de semana de agosto y necesitábamos realizar un ocio diferente y motivacional, ideado por los profesionales: una pequeña escapada con la idea de pasar el tiempo juntos, menores y profesionales.
El sábado 24 de agosto nos adentramos en la aventura que nos ofrece la naturaleza de la sierra madrileña. Nuestro destino era el parque natural de La Pedriza en Manzanares El Real, a 52 kilómetros de lo que ya consideramos nuestra casa. En la búsqueda del refugio donde íbamos a pasar la noche, comenzamos una ruta de senderismo bordeando los arroyos afluentes del río Manzanares. Fue tanto un contacto con la naturaleza como una sesión de trabajo en equipo, dado que nos debíamos de repartir nuestro kit de supervivencia.
Una vez llegados a nuestra meta, pudimos disfrutar del atardecer y las vistas que nos ofrecía nuestro refugio, un lugar de paz y tranquilidad que a muchos de nuestros menores les resultaba muy familiar. Pero nuestra meta principal no era esta sino conseguir la buena convivencia, el trabajo en equipo, la desconexión del uso de tecnologías, el fomento del deporte y el respeto hacia los compañeros y el medioambiente. Lo conseguimos.
SAMU Motril
LA rutina y los quehaceres diarios no cesan en la vida de los menores de cualquier centro de acogida. Sin embargo, en verano, estos lugares se llenan de una energía nueva que trae un sinfín de opciones para convertir los días de calor en aprendizaje y cohesión grupal.
En el COISL SAMU Motril (Granada), una de las actividades que se ha hecho más popular entre nosotros es la visita a la playa, dos días a la semana. Aprovechando el buen tiempo y la cercanía del mar hemos podido disfrutar del sol, del agua y de actividades organizadas por el Ayuntamiento de Motril, como yincanas acuáticas y deportes de pelota.
El deporte al aire libre ha sido algo muy habitual durante la rutina de verano. Muchos de nuestros compañeros cuentan con grandes capacidades deportivas, y en todos existe una gran predisposición hacia el deporte. En junio, nuestros educadores decidieron practicar kayak, una actividad nueva para todos, pero que conseguimos dominar desde el principio.
Aparte de las actividades organizadas por el centro, también hemos asistido a los entrenamientos habituales en las actividades extraescolares en las que ya estaban matriculados, como crossfit o fútbol en el equipo Asako.
En agosto, las calles de Motril se llenaron de luces y actuaciones para celebrar la feria. Pudimos disfrutar de conciertos, atracciones y tiempo libre acompañados de menores de otros centros de la localidad, además de compañeros de clase y trabajo. La feria del Motril nos ofreció un gran espacio en el que pudimos disfrutar de la integración social que el centro nos ayuda a tener. Los chicos se sintieron como unos motrileños más.
Durante el verano, no solo hemos disfrutado de actividades culturales locales. Desde el COISL SAMU de Motril, trabajamos constantemente en el respeto por la diversidad cultural, y, símbolo de ello, fue la implicación por parte del todo el equipo en la organización de la “fiesta del cordero”. Los chicos prepararon una gran barbacoa entre risas y energía positiva.
Aparte del tiempo de ocio, en el COISL se ha continuado trabajando en la gestión de prácticas laborales. Durante los meses de verano muchos chicos han podido asistir a sus primeras prácticas laborales para aprender y desenvolverse en el mercado laboral. Fruto del esfuerzo y la implicación, muchos de ellos han terminado el verano con su primer contrato de trabajo.
Tras las actividades veraniegas y el tiempo de ocio, toca volver a la rutina escolar. Los chicos han recargado las pilas para el futuro curso académico y están muy ilusionados por el nuevo reto de aprendizaje que nos ofrece el curso 2019-2020.
Un artículo del Equipo técnico SAMU Coslada y COISL SAMU Motril