María Inmaculada Tinoco Aldana (Badajoz, 1988) es licenciada en Ciencias Ambientales e ingeniera en Agronomía. Desde junio, vive en Marruecos como técnico expatriada en Cooperación Internacional al Desarrollo y Ayuda Humanitaria de Fundación SAMU.
—Tras más de diez años viviendo en Francia, en junio se mudó a Marruecos tras incorporarse a la plantilla del área de Cooperación Internacional y Acción Humanitaria de Fundación SAMU. ¿Cómo han sido estos primeros meses de trabajo?
—Intensos. En el área de Cooperación Internacional y Acción Humanitaria de SAMU no hay tiempo para aburrirse entre la formulación de proyectos, correcciones, seguimiento de iniciativas y la realización de actividades. Estoy adquiriendo y consolidando conocimientos en este sector, que era justo lo que buscaba al unirme a Fundación SAMU.
—¿Qué le motivó a trabajar en el ámbito de la cooperación internacional al desarrollo y la ayuda humanitaria?
—Desde muy joven me han conmovido profundamente las desigualdades e injusticias en el mundo, así como la forma en que tratamos al planeta. Como persona, sentí el deseo de contribuir a construir un mundo más equitativo, por eso siempre tuve claro que, tarde o temprano, quería trabajar en este ámbito.
—¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
—De lo que más disfruto es de poder trabajar en proyectos tan diversos como salud, agricultura, educación y discapacidad, y ver cómo cada uno de ellos tiene el potencial de generar cambios positivos en las comunidades. Es increíblemente motivador recibir mensajes de nuestros socios locales compartiendo historias de beneficiarios que, con lágrimas en los ojos, agradecen el material recibido, sabiendo que les permitirá mejorar su calidad de vida. Es en esos momentos cuando te dices que tu trabajo realmente vale la pena.
—¿Qué proyectos tiene en marcha actualmente SAMU en Marruecos?
—Actualmente, todos los proyectos que Fundación SAMU tiene en Marruecos se centran en la cooperación al desarrollo. Dos de ellos se desarrollan en la ciudad de Tetuán y su área rural y se enfocan en el ámbito de la discapacidad. Se llevan a cabo en colaboración con la Asociación Hanan y están financiados por el Ayuntamiento de Sevilla y la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional al Desarrollo (AACID). El tercer proyecto, en el Alto Atlas, en la región de Marrakech, se ha iniciado recientemente junto a High Atlas Foundation. Su objetivo es mejorar el acceso al agua e impulsar la agricultura en la zona. Está financiado por el Gobierno de las Islas Canarias.
—¿De cuál de estos proyectos se siente más orgullosa?
—Estoy orgullosa de cada uno de los proyectos que estamos llevando a cabo, ya que todos responden a necesidades muy específicas de las comunidades locales y, poco a poco, se están logrando importantes avances. No tengo un proyecto preferido, ya que cada uno aborda distintos desafíos y, sin duda, tendrán un impacto valioso tanto en las zonas urbanas como rurales de Marruecos. Los dos proyectos en Tetuán, por ejemplo, están siendo fundamentales para mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad y sus cuidadoras. Estos proyectos también están ayudando a visibilizar el rol esencial que desempeñan las cuidadoras, lo cual es crucial para el bienestar de toda la comunidad.
—¿Qué papel juegan las mujeres en estos proyectos?
—En los dos proyectos que estamos desarrollando en Tetuán, las mujeres juegan un papel fundamental en el bienestar de las personas con discapacidad. Son ellas quienes asumen la responsabilidad del cuidado, lo que implica una gran carga emocional, económica y de tiempo. A través de estos proyectos, buscamos no solo que las cuidadoras sean beneficiarias, sino también agentes de cambio dentro de sus familias y comunidades. Por otro lado, en las zonas rurales de Marruecos, las mujeres son las principales encargadas de suministrar agua a sus hogares y de cultivar los alimentos para sus familias. Son ellas quienes se desplazan continuamente a la fuente para buscar agua. Lograr que el agua llegue directamente a sus hogares y campos no solo mejora las condiciones de vida de toda la comunidad, sino que especialmente beneficia a las mujeres. Al integrarlas en la gestión de los recursos hídricos, el proyecto mejora el bienestar y seguridad de las mujeres, y también promueve la igualdad de género.
—¿Cuáles son las necesidades más urgentes que ha identificado en las comunidades con las que trabaja?
—Trabajamos con algunas de las poblaciones más vulnerables, por lo que las necesidades son muchas y muy variadas. Desde el acceso a recursos esenciales como el agua, hasta el acompañamiento de personas migrantes y la capacitación de profesionales de los servicios de salud y apoyo social. Cada comunidad tiene sus propias prioridades y desafíos, pero si tuviera que señalar una necesidad particularmente urgente hoy en día, sería la rehabilitación de infraestructuras sanitarias y viviendas tras el terremoto de septiembre de 2023. Un año después de sufrir los devastadores efectos del seísmo, esta región se ha enfrentado a fuertes inundaciones que han acentuado su vulnerabilidad. Las necesidades son muchas y el proceso de reconstrucción será largo y complejo. Por otro lado, las necesidades de la población no se suplen únicamente poniendo a su disposición recursos económicos para comprar materiales o equipos, sino mejorando las capacidades de los profesionales locales. Por ello, en nuestras intervenciones, apostamos por la formación y la sensibilización como pilar fundamental en el fortalecimiento de las competencias de los profesionales locales y de la población.
—¿Con qué otras organizaciones colabora Fundación SAMU en sus proyectos?
—En Tetuán, trabajamos con la Asociación Hanan, que se centra en la protección de niños con discapacidad, y con ATIL, cuya labor es prevenir la exclusión social de menores y jóvenes a través de la educación, la formación profesional y la inserción sociolaboral. En Marrakech, colaboramos con la High Atlas Foundation, cuyos proyectos abarcan la agricultura, el acceso a agua potable, saneamiento y educación. También trabajamos con Alkaram, que se dedica a ayudar a menores en situación vulnerable, especialmente aquellos que viven en la calle o que han sido víctimas de maltrato. Y en Tánger, colaboramos con Tadamon, que se centra en la protección infantil, especialmente de menores migrantes y refugiados, a través de la inserción socio-profesional, la educación y la formación.
—¿Cómo se financian los proyectos de Fundación SAMU en Marruecos?
—Los tres proyectos que estamos ejecutando en Marruecos cuentan con el respaldo de diversas subvenciones públicas que cubren entre el 85% y el 90% de los costes del proyecto. Gracias al Ayuntamiento de Sevilla, a la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional al Desarrollo y al gobierno de las Islas Canarias se garantiza que los proyectos aborden necesidades claves en el país, como el fortalecimiento de los servicios de atención a personas con discapacidad y la rehabilitación de sistemas de agua tras el terremoto de 2023. Además de estos tres proyectos, estamos trabajando en la gestión de al menos dos iniciativas más con potenciales financiadores como la Comunidad Autónoma de Madrid y el Gobierno de Aragón. Cada uno de estos proyectos nos permitirá ampliar aún más nuestro impacto en las comunidades vulnerables de Marruecos, tanto en las áreas urbanas como en las zonas rurales, donde la necesidad de intervención es evidente.
—¿Qué valoración hace del impacto de los proyectos que implementa SAMU en la zona?
—Todos nuestros proyectos en Marruecos están en fase de ejecución, por lo que el impacto real se podrá evaluar una vez hayan finalizado. Sin embargo, en lo que va de año, hemos logrado que alrededor de 120 cuidadoras participen en actividades recreativas que les permiten descansar y reducir la carga del cuidado de personas con discapacidad, ofreciéndoles alternativas para su propio bienestar. Además, 60 de ellas han asistido a sesiones de capacitación con enfoque de género, proporcionándoles herramientas para abordar el cuidado desde la perspectiva del autocuidado. También hemos capacitado a 60 profesionales del área urbana de Tetuán (en un proyecto financiado por el Ayuntamiento de Sevilla), mejorando su capacidad para ofrecer atención a personas con discapacidad. En noviembre, en el marco del proyecto financiado por la AACID, capacitaremos a otros 60 profesionales en la zona rural de Tetuán para mejorar la atención en esas comunidades.
—Y a nivel personal, ¿qué espera lograr en un futuro en su carrera profesional?
—Lo que realmente me importa es sentir que el trabajo que hago vale la pena. Aunque llevo años soñando con trabajar algún día en la FAO, no es algo que me quite el sueño. Mi verdadera satisfacción es saber que estoy ayudando a las personas, que estoy aportando algo a la sociedad y que el trabajo que realizo me motiva lo suficiente como para dedicarle al menos ocho horas todos los días sin que me pesen. Para mí, es fundamental que mi trabajo esté alineado con mis valores y, además de apasionarme, me inspire cada día.