Hiba Allah Taouali Belharirs (Benimellal, Marruecos, 1993) ha participado en dos contingentes de la misión humanitaria que SAMU puso en marcha tras el terremoto de Marrakech en septiembre. La psicopedagoga se encuentra actualmente en Marruecos.
—¿Cuándo comenzó a trabajar en Fundación SAMU?
—Comencé a trabajar en Fundación SAMU hace ahora dos años, el 22 de diciembre de 2021, en un centro de menores de Sevilla, donde continúo actualmente. Las funciones que desarrollo incluyen la mediación intercultural, así como la orientación laboral. Esta última responsabilidad me fue ofrecida hace unos meses, decisión que tomé con gusto y acepté con entusiasmo.
—¿Qué destacaría del día a día de su trabajo?
—Mi labor principal radica en facilitar la comunicación entre el equipo y los menores en el centro, superando las barreras lingüísticas y resolviendo disputas que puedan surgir en la convivencia diaria, tanto entre los menores como entre ellos y los profesionales. También realizo un papel importante en la orientación laboral de nuestros menores sobre opciones de desarrollo profesional y estrategias para alcanzar metas laborales, ya que ellos llegan a Europa con un objetivo personal muy marcado: encontrar trabajo para ayudar a su familia.
—Tras el terremoto de Marrakech en septiembre de 2023, participó en uno de los contingentes de la misión humanitaria que Fundación SAMU puso en marcha horas después de la catástrofe. Además, en diciembre, participó en una caravana solidaria que también tenía como objetivo las familias afectadas por el terremoto ¿Cómo ha sido esta experiencia?
—Ciertamente, tuve la oportunidad de formar parte del segundo contingente de la misión de SAMU en Marruecos, donde colaboré con un equipo multidisciplinario compuesto por técnicos, enfermeros y médicos. Mi función como psicóloga en dicha misión consistió en proporcionar apoyo emocional a las víctimas del terremoto. Asimismo, durante el mes de octubre, participé en un programa de empoderamiento psicosocial para mujeres afectadas por el terremoto, en el que trabajé en colaboración con Project Hope y High Atlas Foundation. Durante el mes de diciembre, continuamos llevando a cabo iniciativas en este ámbito.
—¿Qué destacaría de ese primer viaje?
—Fue una experiencia única y muy enriquecedora Aprendí a abordar de manera efectiva las necesidades emocionales de las personas en situaciones de crisis y a trabajar de manera colaborativa en equipos multidisciplinarios. Además, fortalecí mis habilidades en la implementación de programas de empoderamiento psicosocial, contribuyendo al bienestar de las comunidades con las que he tenido el privilegio de trabajar. Esta vivencia ha ampliado mi perspectiva profesional y personal.
—¿En qué localizaciones estuvisteis?
—Han sido varias las localidades en las que hemos trabajado. En aquella segunda misión de octubre, fuimos a la zona de Taroudant, mientras que en la misión de diciembre, hemos estado trabajando por la zona de Al Houz.
—Tras participar en uno de los contingentes de la misión en octubre, ¿por qué decidió repetir de nuevo en diciembre?
—Mi motivación radica en la importancia de brindar ayuda a estas personas. Me propusieron participar en esta nueva misión y lo acepté sin pensarlo, ya que esta caravana solidaria presentaba características distintas respecto a la misión de octubre. En esta ocasión, nuestro objetivo era proporcionar apoyo con recursos destinados a mitigar los efectos del frío, consolidando así el compromiso que he adquirido con la asistencia humanitaria en contextos diversos.
—La caravana solidaria se desarrolló del 3 al 10 de diciembre, pero usted no ha regresado y continua trabajando en la zona. ¿Cuáles son ahora sus objetivos?
—Continuar fortaleciendo la autonomía de mujeres y niños a través del apoyo psicosocial que les brindamos. Su situación actual demanda no solo asistencia material, sino también apoyo psicológico, dado que se encuentran en un punto crítico que requiere una intervención integral para mejorar su bienestar general.
—¿Cuántos personas han participado en esta caravana solidaria?
—En este tercer contingente hemos contado con la contribución de Maribel Álvarez Leiva, quien, aunque no ha viajado con nosotros físicamente, ha desempeñado un papel activo en todas las fases de la planificación. Junto a ella, han estado el fundador de SAMU, Carlos Álvarez Leiva; Emilia García, gerente de SAMU; Antonio Luis Moreno, técnico en cooperación; e Icram Mohamed Chairi, directora de SAMU Tánger. Todos juntos hemos conformado un equipo cohesionado y comprometido para llevar a cabo nuestras actividades de manera efectiva.
—El terremoto de Marrakech ocurrió en septiembre, pero SAMU ha prolongado su misión tres meses más, ¿por qué?
—Debido a la persistencia de necesidades críticas que requieren una intervención continua. La decisión se basa en la evaluación de la situación actual, donde se identificaron desafíos y carencias específicas que aún demandan atención y apoyo. La prolongación de la misión refleja el compromiso de SAMU con el bienestar sostenible de la comunidad afectada, asegurando que las acciones emprendidas aborden de manera efectiva las necesidades en evolución y contribuyan a la recuperación a largo plazo.
—¿Qué papel ha jugado en esta última parte de la misión?
—Mi papel en esta misión era el de “inteligencia local”, como ha apodado el doctor Carlos Álvarez Leiva. En este sentido, mi labor ha consistido en seleccionar los pueblos que íbamos a visitar, tarea que ya había realizado en colaboración previa con el equipo de HAF y Project Hope en el programa de empoderamiento. Debía identificar a las familias con las que íbamos a trabajar a través de listados, las necesidades que tenían, así como la organización de la ruta y la distribución de los productos en el terreno. Además, he mantenido una comunicación constante con los responsables de los diversos pueblos, facilitando así una coordinación efectiva en todas las etapas del proceso.
—¿Qué necesidades habéis identificado en esta parte de la misión?
—Como mencioné anteriormente, nos hemos enfrentado a necesidades tanto psicológicas como materiales. Es importante destacar que estas comunidades residen en zonas montañosas y, actualmente, nos encontramos en plena temporada de invierno, con la proximidad de lluvias, nieve o fuertes vientos. Cabe recordar que las personas aún viven en jaimas, lo que complica aún más la situación dadas las condiciones climáticas adversas.
—¿En qué situación se encuentran las personas que atendéis?
—Lamentablemente, nos estamos enfrentando a una variedad de situaciones desgarradoras. En algunas familias, hemos presenciado pérdidas totales, donde han perdido todos sus bienes. Además, hemos encontrado casos extremadamente tristes, como niños que han quedado huérfanos y padres que han perdido a sus hijos… En resumen, nos encontramos frente a una verdadera tragedia que ha dejado un impacto devastador en la vida de muchas personas, evidenciando la urgencia y la importancia de nuestra intervención para brindar apoyo en estas circunstancias tan difíciles.
—Desde el punto de vista psicológico, ¿cuál es el estado de estas personas?
—La situación de las personas afectadas es bastante crítica. Aunque hemos estado llevando a cabo talleres de empoderamiento con ellos, como mencioné anteriormente, es importante destacar que este proceso lleva tiempo. En las cuatro sesiones que hemos tenido con ellos, hemos logrado ayudarles a mejorar algunos aspectos, como el afrontamiento al duelo, la reducción de la ansiedad o el manejo del estrés. Sin embargo, es necesario reconocer que estas mejoras son solo el inicio de un proceso más extenso, ya que la atención psicológica efectiva demanda un compromiso a largo plazo y un trabajo continuo.
—¿Cuál es la situación más difícil a la que se ha enfrentado en esta misión?
—Los momentos más difíciles a lo largo de esta misión han sido, principalmente, durante las sesiones individuales con las participantes con las que trabajo. Una de las experiencias más desafiantes para mí fue cuando una madre compartió cómo perdió a sus dos hijas (3 y 5 años) y a su marido en esa fatídica noche. Pasó horas viendo a sus seres queridos agonizar bajo los escombros, mientras ella también estaba atrapada bajo una pared y no pudo hacer nada para ayudar. Este relato impactante y doloroso destaca la extrema tragedia a la que se han enfrentado estas personas, y subraya la importancia crítica de ofrecer apoyo psicológico y emocional en situaciones tan angustiantes.
—La caravana solidaria, última fase, de momento, de la misión de SAMU en Marruecos ya concluyó, sin embargo, usted ha continuado su estancia en este país, ¿por qué?
—Para continuar con el desarrollo del proyecto de Project Hope. Mi papel se centra en la observación de talleres grupales e intervención en las sesiones individuales, especialmente dirigidas a mujeres y niños en los diversos pueblos en los que estamos trabajando. El enfoque implica trabajar durante cuatro días consecutivos en un mismo pueblo, atendiendo a un promedio de 30 mujeres durante ese período. Además, contamos con una cuidadora (Nany) que se encarga de los hijos de estas mujeres, permitiéndoles participar en las sesiones con tranquilidad. Mi función es seguir ofreciendo apoyo psicosocial y emocional en este proyecto a medida que avanzamos en el proceso de recuperación y empoderamiento de estas comunidades.
—¿Qué ha significado para usted esta experiencia a nivel personal?
—Esta misión tiene una significación profunda para mí, siento el dolor del pueblo marroquí como si fuera propio. Además, observar la gratitud en los rostros de los mayores y los niños es algo invaluable. En lo personal, este compromiso ha fortalecido mi aprecio por los pequeños detalles. La oportunidad de ofrecer ayuda en un entorno tan complejo ha reforzado mi convicción sobre la importancia de las acciones cotidianas y la capacidad de generar un impacto positivo en las vidas de los demás.