40 aniversario de SAMU: La voz de los veteranos
Muchas cosas han cambiado desde que hace 40 años SAMU introdujo en España la primera UVI móvil para asistencia de emergencia. A partir de aquel vehículo pionero, equipado con tecnología por entonces casi desconocida en nuestro país, SAMU ha crecido hasta contar con una flota de 18 ambulancias atendidas por unas 90 personas. En 1981, SAMU era una pequeña empresa para el traslado de pacientes críticos y la atención a emergencias que ocurrían en la calle, fundada por el empeño del doctor Carlos Álvarez Leiva; hoy, cuenta con más de 1.700 profesionales dedicados a la salud y las emergencias, la formación, la atención a la diversidad funcional y la atención a menores.
Algunos trabajadores han estado presentes casi desde que arrancara este periplo. Han dedicado su vida profesional a la empresa, contribuyendo en estas cuatro décadas a logros colectivos como la apertura de delegaciones, de centros de atención a menores, mayores o de personas con discapacidad, la realización de misiones humanitarias internacionales o la apertura de dos hospitales temporales de emergencia durante la crisis por la pandemia del coronavirus.
Emilia García, en la retaguardia desde la Nochevieja de 1987
Emilia García es una de esas trabajadoras. El 31 de diciembre de 1987 fue su primer día de trabajo en SAMU. La empresa buscaba a alguien que se ocupase de la limpieza, el desmontaje y la reposición del material de las ambulancias, y Emilia, que acababa de terminar Auxiliar de Clínica, pensó que podría servir para eso. Ese mismo día, tras la entrevista, realizó su primer servicio. Desde aquellas navidades no ha dejado de trabajar hasta convertirse, hace ahora un año, en gerente.
Cuenta Emilia que en SAMU se hace de todo, así que pronto le tocaron más tareas que las que la habían asignado al principio. “Empecé limpiando ambulancia y realizando funciones de administrativa, pero me sobraba mucho tiempo, así que me ponía con la chica de la oficina de recadera”, recuerda. Eran tiempos en los que se comunicaba con Carlos Álvarez Leiva por radiofrecuencia. “Hacía de todo, desde poner lavadoras a preparar una comida, o dar apoyo como auxiliar de clínica. También las guardias de coordinación o la atención del teléfono de urgencias. No podías decir ‘no sé hacer esto’”.
Los últimos 25 años los ha dedicado a la administración y la contabilidad del grupo. Como ella dice, “en la retaguardia”. Como cuando el 18 de marzo de 2020, a las tres de la madrugada, le sonó el teléfono: “Era mi jefe alertándonos de que teníamos que montar dos hospitales para enfermos de Covid, en La Línea y en Sevilla. “A partir de ahí estuvimos a tope: 24 horas vía Zoom con el equipo sanitario, atendiendo cualquier necesidad logística o de personal”, resalta.
Es una muestra del espíritu de superación ante las adversidades y la capacidad de adaptación a los retos del día a día. “Esto es una odisea cada mañana porque no sabes lo que te vas a encontrar. Creo que nos llaman porque nunca decimos que no. Quizá es también parte del éxito de la empresa”, comenta.
“Aprendo cada día. Tienes la oportunidad de avanzar, no te ponen trabas en nada, te hacen ser autónoma. Me gusta mi trabajo”, cuenta orgullosa. Eso sí, admite que tiene una espina clavada: “Colaboro en todo, pero siempre digo que me da pena no haber intervenido en alguna misión humanitaria”.
Juan Meléndez, más de 30 años al volante
Como Emilia, Juan se incorporó a SAMU en 1987, cuando la empresa apenas contaba con dos UVIs móviles que guardaba en una nave de la calle Asunción. Lo primero que recibió fue algo que ya no existe: un busca para estar permanentemente localizable ante cualquier emergencia. “Yo no tenía experiencia previa. Nunca me había metido en una ambulancia, y menos en una UVI móvil, pero fui haciendo cursos y aprendiendo”, recuerda hoy este experto conductor, que ha pasado más de tres décadas al volante de estas unidades.
Juan es técnico de emergencias, y por aquel entonces conducía las primeras UVIs móviles que había en España. De Huelva a Madrid, Juan recorrió el país en aquellos vehículos, tan sofisticados para la época que causaban admiración allá donde paraban. Tenían respirador, monitores, oxígeno… Servicios impensables para la época. “Los médicos salían del hospital para verlas”.
Meléndez reconoce que al principio le costó sobrellevar algunos traslados. “Nosotros éramos los únicos que teníamos incubadoras portátiles, así que a veces teníamos que llevar a recién nacidos a Madrid. Ver a niños tan pequeños y con problemas desde que nacen te afecta”.
Como otros trabajadores, Juan recuerda con especial viveza los preparativos de la Expo Universal de Sevilla 92. El SAS finalizaba el turno a las ocho de la tarde, dejando a los trabajadores del tajo nocturno sin servicio de emergencias. El accidente de un trabajador en el puente de la Barqueta motivó que se contratase a SAMU para garantizar la asistencia a esos obreros. Como recordaba el doctor Álvarez Leiva, “durante dos meses estuvimos durmiendo en la ambulancia, pasando muchísimo frío por las noches, porque ahí no había nada construido”.
Poco después, SAMU asumió la labor a tiempo completo. Más de 60 personas formaron el equipo sanitario de SAMU en turnos de 24 horas, atendiendo más de 30.000 incidencias en aquel verano del 92, cuando más de 40 millones de personas pasaron por la isla de La Cartuja. El balance: una sola queja.
Paco Jarillo, siempre al lado de Carlos Álvarez Leiva
“Yo empecé cuando empezó SAMU”, suelta de primeras Paco Jarillo, que cuenta así su primer trabajo para la empresa: “Había venido una marca alemana a probar coches a una carretera pegada a Los Palacios. No teníamos ambulancias, así que nos prestaron una UVI móvil de la Mercedes y se alquiló un helicóptero. En una de las peores curvas pusimos la ambulancia, y para cubrir el resto el helicóptero”. Afortunadamente, nada pasó.
Como ocurrió aquel día, Paco Jarillo, que conoce “desde chico” al doctor Álvarez Leiva, siempre ha estado dispuesto a ayudar. Con experiencia en la conducción de camiones, ha realizado multitud de sustituciones a los conductores de ambulancia, y ha transportado suministros como ropa y oxígeno a los equipos de la empresa fuera de Sevilla.
Mucho ha cambiado todo. Por ejemplo, las carreteras, que Jarillo conoce bien. “Aquello no eran carreteras, eran agujeros”, cuenta. A pesar de las dificultades, la conducción y la atención eran exquisitas: “Una vez llegamos a un hospital de Mérida a recoger un paciente al que le había pasado un coche por lo alto, y el médico nos preguntó cómo íbamos a llevarlo a Córdoba. Estaba en la UCI con todos los aparatos puestos, y había que ir quitándoselos y ponerlo en la camilla, estabilizarlo y llevarlo a la ambulancia. Pero íbamos con pies de plomo”.
“En una ambulancia tienes que tener mucho cuidado”, continúa: “Lo que llevas puede ser una persona que se está muriendo”. Por eso, Jarillo ha hecho muchos viajes con el “pellizco encima”, consciente de que no podía transportar carga más preciada: “Imagina montar en el coche un niño de cuatro días que pesa un kilo y pico…”.
Aunque su labor era llegar al hospital para dejar el paciente a cargo de los médicos, muchas veces se encontró llamando para interesarse, porque este trabajo es de los que se vive todo el día y para siempre: “Te toca la fibra, no hay más remedio”.