Carla V. González, médico de SAMU Wellness: «Es muy difícil enfrentarte a la muerte y no poder hacer nada»
Carla V. González (1992, Caracas, Venezuela) trabaja desde 2019 como médico general en la clínica de salud mental SAMU Wellness, labor que compagina con el traslado de pacientes críticos en Málaga. A raíz de la pandemia del Covid-19, ha participado en diferentes dispositivos de SAMU, el último en el Campo de Gibraltar.
—¿Cómo acaba una médico venezolana como usted en Sevilla?
—Me formé como médico cirujano en la Universidad Central de Venezuela en Caracas, graduándome en 2016. Luego, trabajé durante un año como médico rural en las comunidades más desfavorecidas y con menos acceso a la asistencia sanitaria de Caracas. La difícil situación y las malas condiciones en las que se vive en mi país me hicieron emigrar. Elegí España por el idioma y la formación que aquí podía tener, principalmente.
—¿Cómo empezó a trabajar en SAMU?
—En febrero de 2019, buscando trabajo, fui a Escuela SAMU, donde me informaron de que buscaban un médico general para la clínica SAMU Wellness, así que me puse en contacto con el doctor Álvarez Leiva, quien me entrevistó. En este último año con SAMU también he trabajado en diversos dispositivos haciendo frente a la pandemia. En marzo de 2020, formé parte de la medicalización de la Residencia del Tiempo Libre El Burgo, en la Línea de la Concepción (Cádiz), donde atendimos a personas con Covid-19. Y, recientemente, he participado en el último dispositivo que SAMU ha activado, en el Campo de Gibraltar.
—¿Por qué decidió participar en este último dispositivo frente al Covid-19?
—Sabíamos que la tercera ola de esta pandemia llegaría y que, una vez más, afectaría a nuestros abuelos, así que no me extrañó cuando me llamaron. Yo tenía experiencia, hacía menos de un año que había estado en La Línea. Recordé lo difícil que fue para los mayores estar lejos de sus familias, sufriendo la enfermedad. Sabía que no podía quedarme en casa sin hacer nada, sentía que tenía que ir. El dispositivo estuvo activo un mes, desde el 18 de enero hasta el 21 de febrero.
—¿Cuál fue su papel en este dispositivo?
—En primera instancia, hacer una primera evaluación de cada una de las residencias que atendimos, su estructura, conocer el número de contagiados, el estado de salud de los mismos, las medidas de bioseguridad de las que disponían estos centros y su gestión de residuos, algo muy importantes en estos casos, además de analizar las necesidades de recursos humanos y materiales. A partir de esa evaluación, brindar asistencia junto con enfermería, auxiliares y técnicos en emergencias sanitarias a todos los residentes.
—¿A cuántas residencias prestasteis asistencia?
—A cuatro. La residencia de mayores de Nuestra Señora del Rosario en Los Barrios, la residencia de Vitalia en San García (Algeciras), una tercera residencia en San Roque y el centro El Palmeral de La Línea de la Concepción.
—¿Cómo fueron los primeros días?
—Los primero días fueron los más duros. No sabíamos qué nos íbamos a encontrar y en algunas residencias reinaba el caos y el agotamiento físico y mental del personal, algo comprensible ante el auge de contagios en un corto periodo de tiempo.
—¿Cuáles fueron las mayores dificultades a las que os enfrentasteis?
—Cuando estudias en la universidad, te forman en prevención de la salud, en diagnóstico, manejo y control de enfermedades agudas y crónicas, además de en cuidados paliativos al final de la vida. Creo que esto último es lo más difícil. Este año me he tenido que enfrentar muchas veces directamente a la muerte, sin poder hacer nada por el paciente, sólo ayudarle a bien morir. Esto ha sido lo más fuerte que he vivido.
—¿Ha tenido o tiene miedo a contagiarse en el trabajo?
—Me daba más miedo contagiarme al comienzo de todo, cuando aún no sabíamos todas las maneras posibles de contagio. Hoy, gracias a la formación continua en bioseguridad que recibimos en SAMU, ese miedo ha disminuido. Como ejemplo de ello, tenemos la menor tasa de bajas laborales por contagios en personal.
—¿Qué lecciones ha aprendido de esta experiencia?
—Esta experiencia me ha enseñado a que, al salir de mi zona de confort, puedo adaptarme ante situaciones de crisis, dar lo mejor de mí, trabajar en equipo y de esta manera ayudar a quienes más lo necesitan. Me ha aportado satisfacción al ver que, cuando trabajas con compañeros con una gran calidad humana y profesional, que tienen tu misma visión, tus mismas ganas de aportar un grano de arena ante una situación tan crítica, el trabajo no se hace trabajo sino vocación.