«No estoy solo». El relato de uno de menores acogidos por Fundación SAMU
«Dejo mi casa, mi familia, mi escuela, mis amigos. Lo dejo todo. Soy la única esperanza que tiene mi familia de llegar a ese nuevo mundo más civilizado, mejor. Me peino, me lavo y me pongo mi mejor camiseta para recibir a Europa con los brazos abiertos. Mi familia lo ha dado todo para que yo pueda escapar. No puedo fallarles. Pero estoy asustado.
Mi padre me susurra que sea valiente, que lo haga por mi hermana. Así que inhalo, me armo con la poca fiereza que soy capaz de reunir, y exhalo. Me monto en una barquita que parece estar a punto de hundirse y, con lágrimas en los ojos, me despido de mi familia. Llego a la otra orilla aterrado pero cargado de ilusión. Desembarco. Corro. Corro empapado de esperanza a refugiarme. Huyo lejos de la escena del crimen, del mar que se llevó a una madre y a su niño, pero me encuentran. Me preguntan mi edad y miento. Miento por mi familia… Vuelvo a tener miedo. Me llevan a un centro donde no conozco a nadie y pienso, con temor: “¿Esto es el nuevo mundo?”.
No. No estoy solo. Todos son como yo. Sus historias son parecidas a las mías. Algunos han perdido más, otros, menos. Los monitores me cuidan, me ofrecen un millón de posibilidades, me dan una educación y un techo donde refugiarme. Por ello, colaboro en la casa, comparto con los compañeros y cumplo las normas. Me siento a salvo, ya no tengo miedo. No creo que lo vuelva a tener nunca más».