La contrarreloj de cuatro horas contra el ictus
Un hombre de 57 años estaba el 27 de septiembre viendo un partido fútbol en un bar de Sevilla cuando se le empezó a paralizar la parte derecha del cuerpo. Primero, el rostro, y luego, el brazo, hasta que se desplomó al suelo. No era capaz de hablar. Estaba sufriendo un ictus. Además, era diabético, por lo que su situación se agravaba. Minutos después, el equipo de SAMU Sevilla de guardia aquel día recibió el aviso desde el centro coordinador de la Empresa Pública de Emergencias Sanitarias, EPES-061, y una ambulancia acudió a asistir al hombre inmediatamente.
Se había activado el Código Ictus, un protocolo de actuaciones diagnósticas y terapéuticas en el que participa todo el sistema sanitario, desde el primer profesional que aprecia los síntomas de un ictus hasta el médico encargado de extraer el trombo. La rapidez y la eficacia son fundamentales. “Las primeras cuatro horas desde la aparición de los primeros síntomas son claves, es una carrera a contrarreloj”, advierte Elena García Alanís, médico de SAMU Sevilla.
Un ictus es un conjunto de patologías que afectan a los vasos sanguíneos que suministran la sangre al cerebro. “También se conoce con el nombre de accidente, por la forma tan repentina y brusca en la que aparecen los síntomas más típicos, como dificultad a la hora de hablar, asimetría en la cara, la caída de un párpado o el desvío de la boca hacia un lado, por ejemplo, y la incapacidad de mover la parte derecha o izquierda del cuerpo”, explica la doctora.
Existen dos tipos de ictus, hemorrágicos, que se producen cuando un vaso sanguíneo (vena o arteria) se rompe, y los ictus isquémicos o infartos cerebrales, que ocurren cuando una arteria se obstruye por la presencia de un coágulo de sangre. Éste último es el más frecuente (80% de los casos), aunque ambos presentan una alta tasa de mortalidad.
La frecuencia de esta patología, que es la tercera causa de muerte en España tras las cardiopatías y el cáncer, hizo que el sistema sanitario pusiera en marcha hace varios años el llamado Código Ictus, que no ha dejado de mejorar y actualizarse, ganando en eficacia y rapidez.
La última incorporación al protocolo ha sido la posibilidad de realizar una trombectomía, técnica que permite la extracción del trombo que bloquea la circulación de la sangre y que ha provocado el ictus. Si no se realiza esta técnica antes de cuatro horas desde el inicio de los síntomas, el paciente sufrirá secuelas de por vida.
En estos casos, “los afectados acababan siendo muy dependientes y precisando cuidadores las 24 horas, lo que supone una importante carga familiar y un elevado coste sanitario y gasto social”, indica Elena García. “Cuando se inicia este protocolo, se pretende, y de hecho se está consiguiendo, reducir al mínimo posible las secuelas de esta patología y minimizar todos los problemas derivados”.
Hospitales como el Virgen de Rocío de Sevilla o el Reina Sofía de Córdoba son referentes en esta materia al contar con una unidad de neurocirugía. Pero ciudades como Huelva y Málaga no disponen de ella, y los pacientes deben ser trasladados en un tiempo récord a Sevilla o a Córdoba.
“Aunque son los profesionales hospitalarios quienes eliminan el trombo, y realizan un trabajo realmente espectacular, la actuación de los equipos de SAMU es fundamental y muchas veces decisiva para un buen resultado”, destaca García.
“De nosotros depende acortar al máximo el tiempo de traslado de los pacientes afectados desde el lugar en el que se encuentran, un domicilio particular o un centro hospitalario, hasta el hospital donde se realiza la intervención. Además, al conocer el protocolo, sabemos perfectamente qué datos son imprescindibles recabar y aportar al medico receptor para facilitarle el trabajo en todo lo posible. Aportamos datos nuevos relativos al traslado que también son importantes”, continúa. “Somos los responsables de solventar cualquier complicación que surja durante el traslado. Para que ellos puedan hacer su magnifica labor, el paciente debe llegar en las mejores condiciones posibles”.