Dispositivo de SAMU en Hotel Alcora: “Lo más duro ha sido la soledad de la enfermedad”
Las enfermeras Clara Buzón (1991, Sevilla) y Andrea Luis (1995, Algeciras, Cádiz) han sido junto a Saray Toro las responsables máximas del dispositivo sanitario desplegado por SAMU en el Hotel Alcora para atender a personas mayores con Covid-19 durante la mayor crisis sanitaria vivida en España en el último siglo.
—Durante casi 40 días, ambas han estado al frente de uno de los mayores dispositivos sanitarios andaluces levantado fuera de un hospital para atender a personas con Covid-19. ¿Cómo afrontaron este reto?
— [Andrea Luis] Yo llevaba ya tiempo queriendo intervenir de algún modo en la situación de crisis mundial que estábamos viviendo con motivo del coronavirus, pero, al trabajar en la clínica de salud mental SAMU Wellness con colectivos vulnerables, no podía exponerme demasiado. Una noche, mi subdirectora, Clara Buzón, me comunicó que estaría al frente del hospital de campaña del Hotel Alcora. Al principio no me lo creía. Mentiría si dijera que no me lo pensé dos veces. Pero finalmente vi la gran oportunidad que tenía delante y que solo podía agradecer a SAMU la confianza que había depositado en mí. Estuve sola como mando único dos días. La carga de trabajo fue aumentando. Cada vez teníamos más pacientes ingresados y era fundamental crear un equipo de mando y control, al que se unieron Clara Buzón y Saray Toro para así poder descansar y dormir algo.
— [Clara Buzón] En un primer momento, yo iba a estar de apoyo, ya que debía continuar con mis funciones como subdirectora de la clínica de salud mental SAMU Wellness, donde trabajo desde octubre de 2017. Sin embargo, tras pasar allí los primeros dos días, Carlos Álvarez Leiva y Maribel Álvarez me comunicaron que me incorporaría al equipo de mando.
—¿Cómo fueron los primeros días?
—[A.L.] Como todo en la vida, los comienzos no son fáciles. Poco descanso y mucho trabajo. Te adaptas a esa nueva realidad y a una intensa y continua actividad mental. A medida que se iban gestionando los contratiempos y las necesidades, y que el personal se hacía a la dinámica de trabajo, todo fue mejorando. Nosotras estábamos sumergidas en el hotel Alcora, en una burbuja, y siempre tuvimos el apoyo del doctor Carlos Álvarez Leiva, que estaba las 24 horas de los siete días de la semana disponible para nosotras. Se preocupaba mucho por nuestros descansos tanto físicos como mentales. Ha sido un grandísimo apoyo.
—[C.B.] Se nos olvidada comer, dormir, ir al baño… Estábamos tan metidas en el trabajo y en que todo tenía que salir bien que dejábamos todo lo demás a un lado. Hacer que funcione un hospital de campaña de estas características, que se montó en una mañana y esa misma tarde ya recibió a los primeros pacientes, ha sido muy complicado. Pero nada que no se pudiera hacer con un buen equipo, con ganas e ilusión.
—Ambas han estudiado en Escuela SAMU, ¿qué lecciones les han ayudado a hacer frente a este trabajo?
—[A.L.] Todo lo que hemos vivido ya lo había previsto y mencionado el doctor Carlos Álvarez Leiva en alguna ocasión y de alguna forma. Destaco dos frases suyas: “gestión del caos”, y “gestión de la incertidumbre”. Gestión del caos porque inicialmente en toda crisis hay caos. Ser conscientes de eso hizo que lo aceptásemos en lugar de frustrarnos, y buscásemos soluciones en vez de agobiarnos. El desorden va implícito en la primera parte de estas crisis, y cuando cuentas con ello y te enfocas en absorberlo, es mucho más fácil seguir hacia adelante. Y gestión de la incertidumbre porque nunca sabías lo que podía pasar al día siguiente y tenías que ser consciente de que iba a pasar algo. Tenías que estar preparado para abordarlo de la mejor manera posible. Cuando sabes que eso va a suceder, se lleva de mejor forma.
—¿Cómo es trabajar tantas horas con un Equipo de Protección Individual (EPI)?
—[C.B.] Como uno puede imaginarse, esto no es nada cómodo ni sencillo, hace bastante calor con el mono completo, tienes sed, sudas, las gafas se te clavan en la cara cuando llevas ciertas horas, pero todo esto es fundamental para cuidar a los pacientes con el mínimo riesgo posible. A pesar de las dificultades y limitaciones que teníamos con el EPI, el personal asistencial ha estado al 100% y ha logrado hacer la estancia lo más confortable y adecuada a nuestros mayores.
—[A.L.] A mí me ayudaba mucho trabajar a nivel mental y centrarme en el trabajo. La sed, el agobio y el dolor de las gafas clavándose en la piel no desaparecían, pero sí pasaban a un segundo plano. Además, conforme te vestías y desvestías más veces, ibas mejorando los detalles y buscando tus propios trucos, como beber antes suficiente agua, limpiar mejor las gafas para que no se te empañasen o colocarlas en un punto justo para que no te apretasen.
—¿Cuáles han sido las principales dificultades a las que se han enfrentado en el Hotel Alcora?
—[C.B.] A nivel logístico, las principales dificultades que nos encontramos los primeros días fueron la disponibilidad de ropa de los pacientes, ya que venían con muy pocas pertenencias, y la gestión de residuos. Al ser todo material contaminado tenían que ir en contenedores de biorriesgos. Por otro lado, fue muy compleja la gestión del personal. Había mucho personal nuevo en muy pocos días y hacerlos trabajar en equipo fue complicado al principio. A esto se le sumaba el miedo que tenían algunos a contagiarse, pero día a día fueron conociéndose entre ellos y cuál era la dinámica del trabajo. Vieron que tenían la protección individual necesaria para minimizar los riesgos de contagiarse y todo esto hizo que el trabajo saliera bien y que ellos estuviesen cómodos y más tranquilos.
—¿Han tenido miedo de llevar el virus a casa?
—[C.B.] Sinceramente, los primeros días me daba más miedo que se contagiara el personal asistencial a que me contagiara yo. En mi caso, decidí quedarme a vivir en el hotel para evitar poner en riesgo a otras personas, al igual que lo hicieron otros profesionales. Siempre se le dio esta opción a cualquier trabajador del hotel, ya que el riesgo cero no existe y queríamos que pudieran dar seguridad a sus familias.
—[A.L] Creo que esta pandemia nos ha enseñado más del amor por los demás que por nosotros mismos, y el miedo a contagiar a tus seres queridos en muchas ocasiones era mayor que el del contagio propio. En mi caso, también estuve viviendo en el hotel. Todo esto tampoco habría sido posible sin el trabajo de gestión de la logística de Victoria Assaf, que, como gran enfermera que es, nos ha cuidado a todos y nos proporcionaba todo el material de protección necesario sin que nos faltara nunca lo indispensable.
—¿Qué lecciones han aprendido de esta experiencia?
—[A.L.] A nivel profesional puedo enumerar muchísimas cosas, pero para mí, lo peor de esta pandemia sin duda ha sido empatizar con la soledad de la enfermedad. Nosotros trabajábamos con familiares y pacientes y la gestión de la angustia a través de las videollamadas diarias, pero, aunque intentábamos que el triple guante que llevábamos le diera al paciente el calor de un abrazo de un hijo, no es lo mismo. Cuando observas de frente que la vida se te puede ir en un momento, y sin tus seres queridos, todo se ve de otra forma.
—¿Cómo ha sido trabajar con un mando con tres cabezas?
—[A.L.] Las tres nos hemos complementado de una manera mágica. Cada una de nosotras ha transmitido la energía necesaria en cada momento. Y aunque, como en todo, se podrían haber mejorado muchas cosas, y haber hecho otras tantas de otra manera, estoy enormemente orgullosa del equipo que formamos Clara, Saray y yo.
—Por el Hotel Alcora han pasado 89 pacientes procedentes de diferentes residencias de la provincia de Sevilla. ¿Cómo vivían las altas médicas?
—[C.B.] Cada alta era una victoria. Celebrábamos cada alta con música, aplausos… Lo más bonito era escuchar las palabras de agradecimiento de los pacientes que se marchaban. Esto te daba energías para continuar con la lucha. Es difícil explicar con palabras lo emocionante que eran esos momentos.
—¿Y cuando fallecía un paciente?
—[A.L] Por desgracia, por nuestra profesión, estamos más acostumbradas a tener la muerte cerca, pero no por eso ha sido menos complicado. Veías cómo hacíamos todo lo posible y la enfermedad se los llevaba sin más, sin opciones. También era muy duro por la soledad, una de las partes más duras para mí, como he comentado antes. Las despedidas no estaban permitidas. Empatizábamos. Y aunque intentábamos reponernos rápido, se removían muchos sentimientos.
—[C.B.] Sufríamos mucho cuando informábamos a los familiares, ya que los protocolos que había entonces impedían que estos pudieran ver a sus seres queridos y despedirse de ellos. Durante todo este tiempo, ha habido un excelente equipo de psicólogos que realizaban seguimientos a los familiares para apoyarles y ayudarles a pasar el duelo.
—¿Qué ha supuesto para ustedes esta experiencia?
—[A.L.] Profesionalmente lo he vivido como un gran cambio y crecimiento. Yo soy enfermera y me apasiona lo asistencial. Realizar labores de gestión ha sido un nuevo reto, pero indudablemente muy enriquecedor y gratificante. Y en lo personal, una vez más he explorado mis límites. Y que cuando crees que no puedes más, siempre puedes más. Me llevo momentos, sensaciones, emociones y personas que se quedarán conmigo para siempre.
—[C.B.] Ha sido una experiencia única. Quién me iba a decir que iba a estar 40 días viviendo en un hotel, lejos de la familia y amigos. Aunque tengo que decir que siempre estuvimos rodeadas de buenas personas que nos apoyaron y cuidaron, llegando a crear ‘nuestra familia Alcora’. Creo que hasta ahora éste ha sido el mayor reto tanto profesional como personal al que me he enfrentado. Me siento muy agradecida de que me hayan dado esta oportunidad y que hayan confiado en mí para este gran proyecto.
—¿Repetirían la experiencia de estar al frente de una misión de estas características?
—[C.B] Sin ninguna duda, ha sido una misión dura pero muy gratificante.
—[A.L] Por supuesto que sí. Por suerte, la memoria siempre olvida lo malo y se queda con lo bueno, y la satisfacción del trabajo bien hecho es mucho mayor que la dureza del principio. No cabe duda de que hoy somos un poquito mejores que ayer. Y eso le da sentido a todo. Estoy preparada para lo que venga.
—¿Qué mensaje enviarían a la ciudadanía tras lo vivido?
—[A.L] Que se tomen con calma la desescalada, por favor. El virus no ha desaparecido. No hay campañas en televisión que plasmen la realidad de lo que hemos vivido. La gente es menos responsable porque no lo ve y no lo tiene cerca. Muchas personas han muerto solas, y no sólo los más mayores. Pedimos que se respeten las medidas de seguridad y de higiene, y que seamos conscientes de la enfermedad. Esto solo podemos vencerlo todos juntos.